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Moderador: Moderadores

#215272
No sabía que Nadal jugaba a baloncesto XD

menudo OWNED

he visto justo el final del partido contra USA, los últimos segundos y España tenía tiempo para hacer el 87-86 pero no encontraba el hueco para hacer el tiro y al final hemos perdido por 1 punto
#215785
Baja sensible la de J. Calderón para la selección española, en su reemplazo Scariolo a convocado a Raúl Lopez, el ex- Real Madrid, recordad que el técnico lo dirije en el khimki ruso. Que opinais? En mi opinion España sentira la baja, aunque ya vienen tirando del carro sin el hace tiempo como en el Eurobasket y todos sabemos cual fué el resultado...
#216264
MUNDIAL 2010 | FRANCIA 72 - ESPAÑA 66
Irreconocible España

Dura y justa, aunque en absoluto decisiva, derrota de España en su arranque en el Mundial de Turquía. En un partido para el olvido en todas las facetas, el equipo de Scariolo mandó sin lograr despegarse hasta el último cuarto pero finalmente cayó. Durante todo el partido le lastró la ansiedad, su pésimo porcentaje en tiros libres y la escasa aportación del banquillo ante una Francia disminuida por las bajas pero que supo llevar el partido a su terreno. Toca enderezar el rumbo. Primera parada: Nueva Zelanda, mañana domingo.

España, no te reconozco. Bien mirado, tampoco reconocíamos a la selección en el arranque del Europeo de Polonia. Y sabemos cómo acabó aquello. Si cambiamos de deporte hacia otros recuerdos igual de felices, tampoco reconocimos a nuestra selección de fútbol en su estreno en el último Mundial. Y mejor mirado, el formato del campeonato y la debilidad del grupo de España resta cualquier dramatismo a la derrota. No queda, a priori, más escollo que Lituania antes de los cruces y, para terminar de armar de razones a los voluntaristas, ser primero de grupo tiene como amargo primero encontrarse a Estados Unidos en semifinales. España, y las matemáticas se alían aquí con la lógica, tiene todavía ese primer puesto muy a tiro.

Sirvan estos apuntes para evitar fatalismos melodramáticos y reconozcamos también que hasta el mejor escribano echa un borrón de vez en cuando. Y España, para arrancar el Mundial, se marcó uno de proporciones gigantescas. Sobre todo en lo relativo a sensaciones. Borrosa, confundida y confusa, primero ansiosa y finalmente histérica. Desconocida. Sin mando, sin continuidad, sin frescura, sin piernas ni finura en ataque. Con un porcentaje irrisorio en tiros libres y sin más aportación del banquillo que 13 puntos. Demasiado poco para un equipo de rotación tan fluida y tan profunda.

La derrota llegó ante una Francia menor. Hacía un año, en Polonia, España apalizó a una versión mucho más optimizada de la selección gala. Claro que eran cuartos y el equipo de Scariolo comenzaba a entrar en hipervelocidad hacia el título. España entonces sí supo llevar el partido a su estilo, convertir en corderos a los poderosos jugadores galos, improbable energía física de caoba pero con poco arte. Recordemos que llegan a Turquía tras una preparación calamitosa (derrotas ante Australia o dos ante Canadá) y con una lista de bajas, entre deserciones y lesiones, de susto: Tony Parker, Turiaf, Noah, Seraphin, Diot, Mickael Pietrus, Beaubois...

Esa Francia a la que esperábamos incapaz de aceptar el reto de España durante 40 minutos invirtió las previsiones. Parecía que resistía estoicamente sin más objetivo que remar para morir en la orilla cuando en realidad estaba tejiendo una tela de araña de músculos de hierro y brazos kilométricos. Haciendo la goma hasta que España se disparó en el pie en el último cuarto y con mucho mérito y un arsenal que anima al optimismo porque apenas aportó De Colo, brilló poco un Diaw algo pasado de kilos y no fue determinante un Batum que dejó eso sí las acciones más plásticas del partido en las dos zonas: tapones y mates. Pero aunque no salgan en el póster la victoria de Francia se sostuvo, además de sobre su conocida energía e intimidación defensiva, sobre un banquillo que respondió a las mil maravillas: los puntos de Koffi o el resucitado Gelabale (más sal en la herida), el trabajo interior de Mahinmi o la dirección y frescura (algo esencial en un equipo de cemento) de Albicy, un base de 20 años del que se espera mucho en el futuro y del que ya estamos viendo bastante en el presente.

Contra la intensidad competitiva de la segunda unidad gala, España no pudo presumir esta vez de fondo de armario. Ni de eso ni de casi nada más allá de su buen trabajo defensivo (al menos hasta el último cuarto), ayudado por la falta de imaginación y la imprecisión exterior de Francia. Pero la defensa no sirvió para correr, las individualidades estuvieron discontinuas (Navarro acudió tarde al rescate, Rudy fue un Guadiana intermitente, Rikcy no marcó el ritmo del partido y Marc Gasol pareció divorciado de la circulación de balón). Artrítica en el repliegue y sin encontrar soluciones ni por calidad ni por sistemas, España también dilapidó a lo largo del partido su ascendencia psicológica sobre Francia. Tiró en el primer cuarto (del 5-15 al 9-18 final), tiró en el segundo (11-23) y tiró en el tercero (27-35). Pero siempre se encontró a Francia a la vuelta de la esquina: 27-28 al descanso, 43-44 al término del tercer cuarto.

Esa sensación de claustrofobia le surgió a España por la resistencia de Francia a la rendición que parecía por momentos lógica pero también, y por ahí debe incidir el grupo, por sus propios errores y su falta de continuidad: tiros libres fallados, mala selección, poca circulación, nulo aprovechamiento de las pérdidas de balón (por fases una sangría) del equipo galo.

Con todo España tiró del marcador hasta un final que fue un sainete para sus intereses. 46-50 a cuatro minutos del final, 65-54 cerca del último minuto. Francia sí acertó con los tiros libres, encontró tiros aislados en momentos clave (letal Gelabale) y cometió muchos errores pero al menos un par menos que España. Y así alteró la circulación nerviosa de España y así invirtió las sensaciones del partido y así, finalmente y con justicia y mucho mérito, ganó.

Tan obvio es reconocer que la imagen de España fue por fases calamitosa como que esto apenas supone un pequeño accidente (esperemos que no un síntoma) y sobre todo que si hay un equipo que merece un voto de confianza, o los que haga falta, es la selección española de baloncesto. Mejorará, ganará partidos y competirá a muerte hasta las últimas instancias de la competición. Cualquier apuesta que le ponga fuera de la lucha por las medallas es tan arriesgada hoy como hace unos días. Y hay que decirlo con la misma naturalidad con la que hay que reconocer que el estreno fue una monumental de arena. Una calamidad.

Fuente: AS
#216413
MUNDIAL 2010 | ESPAÑA 101 - NUEVA ZELANDA 84
Contentos, pero sin presumir

España mejoró y sumó un triunfo innegociable tras el traspié ante Francia. En algunas fases se pareció a sí misma pero repitió síntomas de irregularidad, falta de tensión y de concentración defensiva, y permitió a la débil Nueva Zelanda vivir haciendo la goma hasta el último cuarto. Con algunos claroscuros, la selección terminó el partido con buen sabor de boca y tendrá que ratificar su recuperación el martes ante Lituania.

Sabíamos que España iba a ganar este partido salvo cataclismo histórico. No sabemos a ciencia cierta cómo está este equipo pero sí sabemos que no está tan mal como para sucumbir ante la selección de nuestras antípodas, a su vez en las antípodas competitivas con respecto a su hermosa eclosión de Indianapolis 2002. Es difícil saber si este partido es fiable como termómetro pero seguro que sí ha sido valioso como bálsamo para un equipo con el orgullo dolorido (algo que no es necesariamente malo). En un grupo sin demasiada enjundia, la segunda jornada aparecía como un balneario de primera y cumplió como tal. Pero aunque la tormenta ha cesado, no se han ido del todo los nubarrones. No hemos visto al campeón desembarcar con todo su poder en el Mundial, no hemos visto a una Nueva Zelanda zarandeada y pagando los platos rotos. Así que tomo prestada la expresión de Luis Aragonés: estamos contentos, pero sin presumir.

Al menos todavía. Si entramos en la calibración de sensaciones, España tuvo un buen arranque y un buen final de partido. Buen planteamiento, buen desenlace y algo más de confusión en el nudo, en el desarrollo. Por ahí se escaparon jirones de brillantez y por ahí aparecieron (de forma menos aparatosa por la modestia del rival) algunos de los defectos que se le adivinan a la selección. El martes llegará Lituania, un día muy interesante para saber dónde estamos. Y cómo estamos. Ese será el gran valor de un partido que convendría ganar porque parece absurdo hacer cábalas por mucho que a los oídos de la selección lleguen ecos de los tambores de guerra de Estados Unidos, que marcha a ritmo de crucero deshuesando rivales de prestigio (Croacia, Eslovenia...).

Los claroscuros de España nos impidieron saborear con máximo gusto las muy notables fases de la selección, que salió al galope (21-8 en medio cuarto) y terminó al galope (16-0 en apenas cuatro minutos del último cuarto en ruta hacia la máxima brecha: 93-68). Ahí vimos a Ricky robar balones y distribuir con vibración eléctrica, a Navarro y Garbajosa amartillar desde la línea de tres, a Rudy aportar en todas las facetas y a Marc gobernar los tableros. Esta vez entraban los tiros, los libres y los de tres y una fina lluvia de baloncesto cubría a una Nueva Zelanda con evidentes problemas. Es un equipo al que se le ha retrasado el relevo generacional y cuyo único jugador con centímetros (Pledger) hizo tres faltas en los tres primeros minutos. Concentración, tensión, circulación de balón, buena selección de tiro. Y acierto.

Pero todo con la primera unidad y hasta un retumbante 24-11. Los problemas de España llegaron con el exceso de relajación y con las trabas de una rotación que no parece lo que presumíamos. Hay jugadores sin demasiada confianza y hay jugadores que por llamadas tardías (Raúl) o lesiones (Llull) no están en su mejor momento de forma. Y hay falta de confianza concentrada en puestos donde a España le sobra poco, como el de alero alto. Entre unas cosas y otras España abrió la puerta y Nueva Zelanda se coló hasta el salón y puso los pies encima de la mesa hasta el 48-44 del descanso. La 'Tall Black' es una selección combativa y difícil de jugar por su ritmo y su tiroteo exterior. Pero España no se puede permitir un marcador tan apretado ni tantos puntos en contra en dos cuartos. No puede permitir que Abercrombie le haga un traje a base de exhuberancia física y muelles. No puede desconectarse en defensa y desproteger el aro en cualquier puerta atrás. No puede resucitar a rivales ya en la tumba.

España salió como un terremoto del vestuario, con un parcial de 13-2 que ponía tierra de por medio a base de triples (Navarro, Garbajosa...), buena dirección de Ricky y concentración defensiva. Pero otra vez permitió un último tirón rival (77-68 ya en el último cuarto y antes del 16-0 citado) a base de conceder saltos tremendos a Abercrombies y rebotes ofensivos a Vukona. Ni siquiera hizo falta un partido épico del francotirador Penney para que Nueva Zelanda incordiara en cuanto España entraba en el intercambio de imprecisiones, bajaba el pistón en defensa y se olvidaba de circular y de hacer pasar el balón por Marc Gasol en ataque.

En el último cuarto llegaron los mejores momentos de España antes del carrusel final de triples de los neozelandeses. Con un Marc gigante y un buen tono al que se sumaron Raúl López o Fran Vázquez. Hubo ráfagas en la que vimos a la selección hinchar el pecho, coger confianza y divertirse en la cancha. Pero aunque ganó y ganó bien, no hizo los 40 minutos impecables que se había exigido tras la revolución francesa del día anterior. Quizá se guarde el despegue para Lituania, quizá siga en lenta progresión para subir el listón en los cruces (como en el Europeo). O quizá, concesión a los pesimistas, no esté tan fina como debería y esos problemas (banquillo, banquillo, banquillo...) se conviertan en lastres demasiado pesados. El martes descubriremos cosas. Hasta entonces estamos contentos, pero sin presumir.

Fuente: AS
#216731
MUNDIAL 2010 | ESPAÑA 73 - LITUANIA 76
España acaba con España

Inexplicable derrota de la selección, que llegó a ganar por 15 puntos en el segundo cuarto (26-11) y por 18 (61-43) superado el ecuador del tercero. Otra vez la irregularidad, algunas discutibles decisiones del seleccionador y la ansiedad en los momentos clave lastraron a un equipo incapaz de prolongar sus rachas de brillantez y consumido por algunos errores tácticos básicos pero letales. La derrota ante una Lituania indomable deja a España casi sin más aspiración que el tercer puesto y una ruta hacia semifinales que pasaría por Grecia y Estados Unidos.

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Esperpento, calamidad, desastre absoluto de la selección española. Los dos primeros partidos insinuaron que España no anda fina y el tercero ante Lituania, señalado como termómetro idóneo de sensaciones y partido bisagra para el posicionamiento en la clasificación, lo demostró de forma categórica. Problemas físicos, dilemas técnicos, errores garrafales en conceptos básicos, desconexiones inexplicables. Un galimatías que apunta a todos, del banquillo a la pista, y que plantea un panorama desolador. La obsesión con mirar la paja en el ojo de Estados Unidos impidió ver las vigas que cegaban a la selección. Ahora, mientras que USA ha cumplido ante tres rivales de primera magnitud, España pena por un grupo absolutamente asequible y aspira poco más que al tercer puesto y a un camino de espinas hacia las medallas: Grecia en octavos, EE.UU. en cuartos.

Así que conviene preguntarse ya no si España sería ahora mismo favorita ante el 'strange team' americano, su despliegue físico salvaje y la seda de Durant, genio arácnido, sino plantear si mantendría esa vitola ante equipos como Grecia. O Serbia, o Brasil o la anfitriona Turquía. Esa es, ahora mismo, la realidad. Cruda y dura: el frío absoluto. España tiene crédito y merece confianza. Es campeona del mundo y de Europa. Es un gran equipo y conviene recordarlo, ahora que las dudas pesan toneladas. En Polonia hace un año (con Gasol y sin EE.UU., Brasil o un anfitrión en estados de efervescencia competitiva) se revertió una situación crítica. Repito: con Pau Gasol. Ahora toca apretar los dientes, volver desde la cripta y confiar en otra segunda parte de campeonato simplemente perfecta. España a priori es capaz de hacerlo. La pregunta es obvia es si lo es esta España en las circunstancias actuales. Que cada uno reflexiones y haga su apuesta.

Tozudez en el error

España, malas noticias, repitió errores de forma contumaz. Volvió a entregar el rebote y volvió a conceder demasiadas segundas oportunidades (14 de ataque de Lituania para un 40-31 total). Volvió a naufragar en defensas básicas de pick and roll en el poste alto o sobre el bote del base, una fuente constante de tiros cómodos para el equipo rival. Volvió a olvidarse de circular, de iniciar la jugada poniendo el balón dentro y de seleccionar los tiros con sentido en cuanto se sintió completamente a salvo. Y volvió a pagar sus vetas psicóticas, sus pulsiones ciclotímicas, su extrema irregularidad. La segunda unidad volvió a bajar un par de niveles el tono del juego, sobre todo en ataque, y la ansiedad se cebó como un ave carroñera sobre la selección en los minutos decisivos: malos pases, malos tiros, descontrol del tempo, pérdidas, protestas, pésimas decisiones y un final dantesco con la pérdida de balón postrera que puso epitafio a un descalabro mayúsculo.

Scariolo puso su grano de arena en la debacle estirando demasiado los minutos de una unidad de reemplazo sin ningún titular o haciendo aguas con una zona mal ajustada en el segundo cuarto que permitió a Lituania tomar aire y a Kleiza entrar, tarde pero a tiempo, en el partido. Más: los titulares, a la postre, cayeron en picado cuando el balón quemó. Ricky no dirigió bien, Marc no se impuso y ni Rudy ni Navarro resolvieron por calidad. Un agujero negro se tragó a España ante un lobo lituano que hizo la goma hasta que olió sangre y ejecutó a una España impávida. Como el cordero devorado por el lobo: ¿Qué hora es, señor lobo? Las ocho. ¿Qué hora es, señor lobo? Las nueve. ¿Qué hora es, señor lobo? La hora de cenar. Y la cena, bocado de categoría, era España. Cuando quisimos darnos cuenta, la selección ya estaba en bandeja de plata y con una manzana en la boca.

Heroica Lituania, Orgullosa Lituania

Porque no hay que llamarse a engaño: a España le ha sacado los colores una versión menor de Lituania. El nombre impone respeto, su hambre y su orgullo, su pasión por el juego, su dureza y su mentalidad, también. Es un equipo que está en Turquía invitado por la FIBA, undécimo en Polonia, con la mente puesta en su Eurobasket (2011) y con un equipo en fase de pruebas en el que Kleiza ejerce de brújula. Con casi todas las vacas sagradas agotando su asueto veraniego, Lituania es un equipo que marcha muy justo para medirse a las grandes selecciones pero que te arranca el brazo si le pones la mano. En la gira veraniega de la selección por territorio nacional y en ambiente plenamente festivo (¿Cuándo una preparación con más partidos a domicilio y en territorio hostil?), España ganó dos veces a Lituania por 21 y 19 puntos, anotando 97 y 94, respectivamente. Ahora, en el calor de la competición y con mayoría lituana en la grada: 73 puntos y derrota. Dolorosa, tal vez carísima derrota.

España, además, tiró el partido tras mostrar evidentes brotes verdes, rachas de su versión óptima, fases de esas en las que parece lo que es: un equipo campeón de todo. Las salidas del primer y tercer cuarto, siempre con el quinteto titular en cancha, fueron radiantes: de inicio con un 22-11 en el primer cuarto (estirado hasta un 26-11). En el tercer cuarto con un ejercicio de seriedad y nervio que llevó el partido a una fractura aparentemente irrecuperable para el enemigo báltico: 61-43: +18 con menos de un cuarto y medio por jugar y ante una Lituania sin esos ogros capaces de entrar en combustión y ganar partidos imposibles: Jasikevicius, Siskauskas... En esas rachas Raúl dirigió con criterio en el relevo a Ricky, Navarro anotó, Rudy se multiplicó por la pista (13 puntos, 9 rebotes), Marc dominó las dos zonas (18 puntos, 8 rebotes, 4 tapones), y Garbajosa ametralló desde la línea de tres y defendió con inteligencia a Kleiza. Con inteligencia y ayudas muy largas de Marc que debilitaban el cierre del rebote, el gran lastre que impidió a España descolgar a Lituania al descanso: 43-35 tras las ráfagas de Kleiza contra la zona de Scariolo.

Con esos puntales y esas desapariciones, que parecían esta vez menores, España cabalgó hasta el 61-43 citado a partir del que comenzó la película de terror, el ejercicio de masoquismo de un equipo que se vació todos los cargadores en sus propios pies. Triples esporádicos camuflaban la entrada en desidia del ataque, cada vez menos colectivo, menos generoso y menos inteligente. Lituania cerró el tercer cuarto en el partido (64-53), sin hacer ruido y como quien entra en casa ajena silbando y sin querer llamar la atención.

Cuando la llamó, fue para arramplar mobiliario y joyas caras y salir por piernas: 0-10 -con dos mates tras calamitosas pérdidas de los de Scariolo- en cuatro minutos y medio en los que España no anotó, 2-13 hasta el empate (66-66), mientras España se desperezaba y a continuación se ponía histérica sin posibilidad de término medio. Pocius, Maciulils, Kalnietis acompañaron a Kleiza en la cosecha de un rival que caía de puro maduro, aterrado, embutido sin remedio en un partido abierto, agresivo y cargado de adrenalina, con golpes en las zonas y mordiscos en las líneas de pase. En el último minuto Kleiza lanzó a Lituania por delante (71-73). Marc falló dos tiros trascendentales, el propio Kleiza metió dos decisivos y España cerró el partido tardando seis segundos en forzar esa última falta, ya contrarreloj y perdiendo el último balón en busca del tiro improbable, del empate imposible.

¿El futuro? El futuro es Líbano, mañana. Y Canadá, el jueves. Todo lo que no sea plantearse así lo que queda de campeonato sería un error. Otro error. Hay que reconstruir, quizá deconstruir antes. Hay que volver. Hay que llegar a los cruces y hacerlo con más confianza, con más ajustes, con más hambre. Hay que olvidarse de que el camino se ha empinado de forma dramática y concentrarse en volver a ser España, en jugar contra el rival (el de turno, el que sea) y no contra uno mismo. A los demás nos toca creer ahora que cuesta tanto hacerlo. España está viva, España es la campeona del mundo y España tiene crédito. Pero España, ya han caído las vendas, tiene problemas. Muy, muy serios problemas.

Fuente: AS
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